Editorial de Gestión: Los unos y los otros

Las características de las economías departamentales, que continúan siendo dependientes de unas pocas actividades y cuyos gobiernos no dan la talla para siquiera pensar en diversificarse, se relacionan con su baja competitividad. Parece que Lima fuese un país aparte.

Situación regional. En un país cuya economía está basada en la producción de bienes primarios, la medición del PBI per cápita departamental está sujeta a distorsiones que podrían conducir a interpretaciones erróneas. Casos como Moquegua, Madre de Dios, Áncash, Pasco o Cajamarca son ilustrativos porque la minería aporta los grandes números, pero eso no significa necesariamente que exista paridad en la distribución del ingreso –o algo que se le parezca–. Habría que aventurarse a calcular los coeficientes Gini departamentales para verificarlo.

Lo que sí queda claro es que la acción gubernamental afecta la actividad económica. Ocurrió en el 2012 en Madre de Dios, pues las medidas implementadas por el Gobierno Nacional para formalizar la producción aurífera provocaron una caída de 16.9% de su PBI, y en el 2013 en Cajamarca, pues la política antiminera del Gobierno Regional alteró la dinámica económica del departamento y generó una contracción de 0.6%. Si los ingresos de los cajamarquinos no han registrado el mismo comportamiento, la migración temporal hacia zonas con más oportunidades de empleo (La Libertad, Lambayeque, Piura) podría formar buena parte de la explicación.

Al igual que en el 2012, la construcción lideró el crecimiento en la mayoría de departamentos, aunque su composición no es homogénea (por ejemplo, en Apurímac y Ayacucho el dinamizador fue la inversión en obras públicas). La minería y la industria ligada a ella fueron los otros rubros que contribuyeron con el aumento del PBI en los departamentos que mostraron las mayores tasas (más el turismo en Cusco). No cabe duda de que el país necesita la diversificación productiva.

Las características de las economías departamentales, que continúan siendo dependientes de unas pocas actividades y cuyos gobiernos no dan la talla para siquiera pensar en diversificarse, se relacionan con su baja competitividad. Así se desprende del índice elaborado por Centrum Católica: solo Lima Metropolitana obtuvo un puntaje superior a 50 y el resto salió reprobado. Da la sensación de que Lima fuese un país aparte. Consecuencias de la centralización, suponemos.

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