Donald Trump: Historial de oscuros socios empresarios enturbia carrera del candidato presidencial

Donald Trump y The Trump Organization son expertos en reconocer las oportunidades. Sin embargo, en su propia carrera Trump a menudo no ha seguido esta estrategia.

Foto: Bloomberg
Foto: Bloomberg

Bloomberg.- En momentos en que la esquelética campaña presidencial de Donald Trump navega por aguas tempestuosas, ¿cómo podría el candidato volver a poner a su nave en el rumbo correcto? Podría probar con seguir sus propios consejos y empezar a establecer relaciones con asesores y políticos respetados y dignos de confianza.

“Donald Trump y The Trump Organization son expertos en reconocer las oportunidades”, señalaba “Entrepreneurship 101”, un delgado volumen publicado hace casi una década a través del sello editorial de la Trump University. Uno de los caminos al éxito, aconsejaba el libro a los aspirantes a magnates, es cultivar “relaciones con los mejores socios de negocios”.

En su propia carrera, lamentablemente, Trump a menudo no ha seguido esta estrategia. En cambio, habitualmente confía en sus propios instintos y actúa de manera impulsiva tanto en su país como en el extranjero, y a veces se unió a socios empresarios que no eran de primer nivel.

Véase el caso de The Trump SoHo, un hotel chic del bajo Manhattan que ofrece, según dice The Trump Organization, “hotelería de primera clase”, “sofisticación y estilo” y “auténtico hedonismo”.

Uno de los socios de Trump en el proyecto era The Sapir Organization. El fundador de esa empresa, el fallecido Tamir Sapir, llegó a Nueva York desde la Unión Soviética como conductor de taxi antes de hacerse rico con la compraventa de petróleo ruso y propiedades locales. Hace seis años, Forbes lo calificó de “propietario inmobiliario severo y poco querido, un paria para muchos agentes inmobiliarios”.

Otro socio de Trump en el proyecto fue The Bayrock Group, con sede en la Trump Tower, que era controlado por un ex funcionario soviético kazajo de nombre Tevfik Arif.

(Trump también le pidió a Arif que declarara como socio comercial de confianza y testigo de carácter cuando me demandó por calumnias hace diez años, alegando que mi biografía, “TrumpNation”, dañaba sus perspectivas de negocios en Rusia y otros países. Perdió el juicio.)

El hombre que tuvo un papel decisivo para conectar a Trump con Arif, sumando a Trump al proyecto de The SoHo Hotel y otras iniciativas, fue un empleado de Bayrock de ascendencia rusa llamado Felix Sater.

A través de los años, Sater había llamado la atención de los funcionarios policiales, entre otras cosas, por lavar dinero, ayudar a las familias del crimen organizado a estafar a inversores en acciones y apuñalar a un hombre en la cara con el tallo de una copa de margarita rota.

Trump negó repetidas veces estar enterado de que había algún problema con Sater durante los años en que trabajaron juntos, aunque mantuvo una relación con Sater incluso después de que se conocieran informes de prensa sobre sus sórdidos antecedentes.

Durante una declaración de Donald Trump a fines de 2007, se le preguntó si planeaba cortar relaciones con Sater debido a sus vínculos con el crimen organizado y Trump contestó que no lo había decidido.

“¿Anteriormente se asoció a personas que usted sabía que eran miembros del crimen organizado?” se le preguntó.

“No, no lo hice”, respondió Trump. “Y es difícil culpar excesivamente a Bayrock. Esas cosas pasan. Pero quiero ver qué medidas dispone Bayrock antes de tomar una decisión”.

En realidad, Trump se había asociado a sabiendas con figuras de la mafia antes.

Cuando entró al mercado de casinos de Atlantic City a fines de la década de 1970, dos de sus socios, Kenneth Shapiro y Daniel Sullivan, eran hombres que él sabía que tenían vínculos con el crimen organizado. Shapiro era un gángster callejero y el “valijero” de la familia mafiosa Scarfo de Filadelfia; Sullivan era socio de la mafia, informante del FBI y negociador sindical.

Cuando estaba escribiendo “TrumpNation”, Trump dijo que todo el que había entrado a Atlantic City durante la fiebre inicial del juego tenía que trabajar con personajes como Shapiro y Sullivan, que usó intermediarios para tratar con ellos, que ninguno los dos le gustaba y que no le preocupaba que la sociedad manchara su reputación. Después de todo, había dinero de por medio.

Esto se contradecía con lo que Trump les había dicho a los reguladores de Nueva Jersey cuando solicitó una licencia de juego en Atlantic City en 1982. Durante una audiencia pública, dijo que no “creía que pasara nada malo con” Shapiro y Sullivan y que, al igual que otros, ellos “están en Atlantic City desde hace muchos, muchos años y creo que se tiene buen concepto de ellos”.

Antes de esa declaración, Trump se reunió con agentes del FBI y les dijo, según un memorándum del FBI sobre las reuniones, que creía que “se sabía que elementos del Crimen Organizado operaban en Atlantic City” y que él “no quería manchar el buen nombre de su familia”. También le dijo al FBI que Sullivan era un “consultor sindical de su firma”, que era “consciente de que este es un negocio muy duro” y que Sullivan “conoce personas, algunas de las cuales podrían ser desagradables por la naturaleza misma del negocio”.

Atlantic City no era el único mercado en el que Trump se asoció con Sullivan. Por los años 70, cuando Trump recicló un deteriorado hotel de Manhattan para convertirlo en el Grand Hyatt, usó a Sullivan como negociador sindical, episodio que detalló Tom Robbins para la organización periodística sin fines de lucro The Marshall Project.

De hecho, cuando Trump de joven ingresó al mercado inmobiliario de Manhattan –y en particular cuando desarrolló el proyecto que lo identifica, la Trump Tower- se relacionó con un conjunto aún más amplio de contratistas cercanos a la mafia, vendedores de hormigón de mala fama y gente de ese nivel. Wayne Barrett detalló esas relaciones en su libro “Trump: The Greatest Show on Earth”. (Fui asistente de investigación del libro.)

Como señaló Barrett, en el momento en que Trump se lanzó al mercado de Manhattan habría sido casi imposible para un desarrollador evitar por completo a la mafia. Por otro lado, como también destacó Barrett, importantes desarrolladores de Nueva York, incluidos los Lefrak y los Resnick, hicieron todo lo posible por condenar públicamente a los carteles de la mafia o presentar demandas contra ellos. Pero Trump no imitó a esos desarrolladores; eligió seguirles el juego para llevarse bien.

Cuando Trump trató de forjar relaciones en Atlantic city y Nueva York con compañías tradicionales que podrían haberlo ayudado a dejar atrás algunas de sus sociedades más riesgosas, las colaboraciones terminaron mal. Los desacuerdos respecto del control, el marketing, la contabilidad y la confianza básica fueron el motivo de que se deshicieran las sociedades con la familia Pritzker por el Grand Hyatt en Nueva York, así como una alianza con Holiday Inn en Atlantic City.

Tampoco en su campaña presidencial Trump se ha asociado a políticos experimentados como Paul Ryan y John McCain que podrían haber hecho más segura su apuesta – personas que podrían haberlo ayudado a evitar los errores alternativamente alarmantes y cómicos que cometió sólo en la última semana-.

Entre hoy y el 8 de noviembre, Trump podría reparar el daño uniendo a su astillado equipo de campaña, profesionalizando a su personal, centrándose en dar los mensajes adecuados y, sobre todo, estableciendo relaciones con los líderes y los operadores del Partido Republicano.

Pero no esperen que eso vaya a pasar.

ÚLTIMA HORA ver todas

BLOGS ver todos

Revolución digitalPablo Bermudez

Bye bye Dubai... ¡Bienvenido NEOM! (1 de 3)

Herejías EconómicasGermán Alarco

Plan Estratégico de Desarrollo Nacional (PED...

El Vino de la Semana

Pisco, amor por el Perú

Te lo cuento fácilAlumnos de la Universidad del Pacífico

Guerra en Ucrania: un breve análisis del fac...

Economía para todosCarlos Parodi

Estados Unidos y China

WALL STREET VER TODOS

Será noticia

JOSÉ ANTONIO MONTENEGRO