Si quieres maximizar la experiencia de disfrutar un buen vino, asegúrate de escoger la copa perfecta para servirlo.
Walter Krämer, vicepresidente de Ventas y Marketing de Spiegelau, explica que es el cuerpo de una copa, y no la base o el tallo, que determinarán la experiencia. “La base y el tallo son elementos arquitectónicos, lo central el cuerpo. En la experiencia de disfrutar un buen vino, no juegan ningún rol”, sostiene el experto.
El cuerpo de una copa tiene tres dimensiones: volumen, forma y el ancho del diámetro de la parte superior de la boca. Cada una de ellas tiene un impacto distinto en el aroma y el sabor, este último determinado por la fruta y la levadura.
“Al agitar la copa, se comienza a evaporar las partículas aromáticas sobre la superficie del vino. Las partículas se distribuyen dentro de la copa de acuerdo a sus pesos específicos: los más pesados abajo y las más livianas arriba. Entonces, el volumen y la forma tiene una preponderancia directa en cómo puedes aprovechar de la mejor manera el sabor”, señala Krämer.
“En la segunda dimensión (la boca), la forma y el ancho del diámetro de arriba juegan un rol principal en cómo terminas llevando el líquido al interior de tu copa. Si es un diámetro ancho, el vino va a entrar de forma más amplia y va a llenar tu boca, mientras que, en diámetros más estrechos, va a entrar más lineal y como una flecha al centro y atrás de tu boca. Ahí se juega con las distintas zonas gustativas”, indica.