Ante excesos financieros, las tasas altas pueden esperar

Tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, los excesos financieros pueden ser mejor contrarrestados con la regulación que elevando las tasas de interés.

En Reino Unido, los precios de las viviendas se elevaron 10% el año pasado.
En Reino Unido, los precios de las viviendas se elevaron 10% el año pasado.

Los inversionistas que creían que las tasas de interés permanecerían bajas por siempre recibieron una fría dosis de realidad este mes. Primero, el gobernador del Banco de Inglaterra (banco central), Mark Carney, declaró que las tasas se elevarían “más pronto de lo que el mercado está esperando”.

Y ahora la Reserva Federal (FED) —que al igual que la entidad británica ha mantenido sus tasas cercanas a cero por más de cinco años— ha indicado su intención de conservarlas en ese nivel por lo menos hasta el próximo año; pero también enfrenta fuertes pedidos, incluyendo los de algunos de sus propios funcionarios, de abandonar ese compromiso.

A los defensores de una acción rápida les preocupa que dejar las tasas cercanas a cero por demasiado tiempo causará una aceleración de la inflación en ambos países. Y temen que incluso si los precios al consumidor no aumentan, demasiado dinero barato por tanto tiempo estará inflando la burbuja de precios de activos, y que cuando esta estalle provocará otra crisis financiera. Estas preocupaciones tienen fundamento, pero son exageradas.

Comencemos con la inflación: está en 1.5% anualizada en Reino Unido —la tasa más baja de los últimos cuatro años y medio— y en 1.6% en Estados Unidos. En ambos casos, por debajo de la meta de 2% fijada por sus bancos centrales. Por supuesto que dichas entidades deberían prestar atención a la inflación, no la de hoy sino la de mañana.

El reciente vigor del crecimiento del PBI británico significa que la capacidad ociosa del país está desapareciendo: el desempleo ha caído a 6.6% del 7.8% registrado hace un año, pero no existe presión sobre las remuneraciones. En Estados Unidos, el panorama de los precios es todavía más benigno: la disponibilidad de fuerza laboral es mayor que en Reino Unido y la inflación ha estado por debajo de la meta durante dos años. En ambos países, las exiguas alzas de las remuneraciones no proporcionan indicios de una espiral salarial o de precios.

¿Qué hay de la inestabilidad financiera? El burbujeo es evidente. En Reino Unido, la prueba más clara son los precios de las viviendas, que se elevaron 10% el año pasado, sobrepasando los niveles previos a la crisis. La deuda de los hogares también está incrementándose.

En Estados Unidos, el apetito por riesgo es más obvio en el mercado de renta fija: los préstamos a compañías con alto apalancamiento durante este año están en camino de igualar el récord de US$ 1.1 millones de millones registrado el año pasado. Un tercio de dichos préstamos carece de los compromisos que aseguran que los deudores puedan devolver el dinero.

Probemos con cirugía
Estos excesos son preocupantes, especialmente si se tiene en cuenta la atroz historia de la década pasada, cuando la FED no hizo nada mientras una enorme burbuja inmobiliaria crecía y crecía. No obstante, elevar las tasas de interés es la respuesta equivocada para contrarrestar las últimas señales de exuberancia, por tres motivos.

En primer lugar, los excesos son todavía pequeños, comparados con los que se trajeron abajo la economía en el 2007. La burbuja habitacional británica está concentrada en Londres y tanto en Reino Unido como Estados Unidos, los bancos cuentan con mayor capital y liquidez, lo que los hace menos vulnerables ante cualquier problema que se presente en los precios de los activos.

Segundo, los bancos centrales y las entidades reguladoras pueden tratar los excesos financieros quirúrgicamente mejor aplicando herramientas “macroprudenciales” en lugar de hacer uso de las tasas de interés. El punto de partida con las hipotecas es usualmente aplicar límites para los ratios préstamo-valor de la propiedad y deuda-ingreso, lo cual permite cierta flexibilidad para asumir el nivel de riesgo de varios grupos de deudores. Por ejemplo, Canadá es más estricto con los inversionistas que adquieren viviendas para alquilar que con quienes las compran para vivir en ellas.

También se puede obligar a los bancos a mantener más capital y liquidez para los casos de créditos riesgosos. Y en la medida en que las políticas macroprudenciales ralentizan el crecimiento de los precios de los activos, la deuda y la riqueza, retrasan la necesidad de elevar las tasas de interés, de modo que los préstamos menos riesgosos permanecen baratos por más tiempo.

Tercero, el peligro de elevar las tasas de interés para atenuar los precios de los activos es mucho mayor en la actualidad que hace diez años, porque las tasas están cercanas a cero. El endurecimiento prematuro de la política monetaria podría empujar la economía nuevamente hacia la recesión y convertir la inflación en deflación y, como resultado, habría que reducir otra vez las tasas de interés hasta cero y por un tiempo más prolongado.

Cabe aclarar que los controles macroprudenciales todavía no han sido probados frente a desequilibrios financieros, pero son una mejor primera línea de defensa contra las burbujas que elevar las tasas de interés. De hacerlo, los bancos centrales terminarían creando mucha más inestabilidad financiera si, en su celo por desinflar burbujas, destruyen las recuperaciones que han venido construyendo con tanto cuidado. De momento, lo apropiado es dejar en paz las tasas de interés.

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd,
London, 2014

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