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Las esculturas públicas que trazan un mapa de sensaciones por el mundo
FOTOGALERÍA. La escultura, como la poesía, es un arma cargada de futuro. Y más cuando se saca de los museos, cuando su hábitat natural cambia los suelos encerados por las calles manchadas de rutina. Cuando su fuerza no se basa en la admiración erudita, sino que consigue cambiar el paso, volver la vista y conmocionar durante unos instantes. Y estas obras repartidas por todo el mundo consiguen despertar el corazón y el sistema límbico sin necesidad de más lenguaje que el del volumen.
La silla rota (Ginebra). Situada cara a cara con la sede de la ONU en Ginebra, esta escultura ideada por Daniel Berset y ejecutada por el carpintero Louis Genève es tan sencilla como perturbadora. Un objeto cotidiano con una aparente tara ya que su cuarta pata se encuentra astillada y sin terminar. El mensaje que guarda detrás es un homenaje/reivindicación contra las minas persona que, año tras año, mutilan a seres humanos en todo el mundo. Y su impacto es inmediato y eficaz, ya que este gigantesco monumento se ha convertido en el epicentro de las protestas y reivindicaciones de toda índole.