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Las esculturas públicas que trazan un mapa de sensaciones por el mundo
FOTOGALERÍA. La escultura, como la poesía, es un arma cargada de futuro. Y más cuando se saca de los museos, cuando su hábitat natural cambia los suelos encerados por las calles manchadas de rutina. Cuando su fuerza no se basa en la admiración erudita, sino que consigue cambiar el paso, volver la vista y conmocionar durante unos instantes. Y estas obras repartidas por todo el mundo consiguen despertar el corazón y el sistema límbico sin necesidad de más lenguaje que el del volumen.
Esculturas de David Cerny en Praga. David Cerny es el responsable de que Praga esté repleta de esculturas rarunas y desconcertantes como los hombres que miccionan sobre la silueta de la República Checa, el cuerpo de Kant al borde del abismo agarrado solo por su brazo (en la imagen) o los bebés negros que escalan la torre de la televisión. Eso sí, el colmo del mal rollo lo alcanza con esta intervención en el teatro Divadlo na Zabradl en el que representa a un feto enclaustrado en una tubería. ¿Su significado? Las teorías varían desde los que aseveran que es una alegoría del nacimiento de la vida a los que están seguros de que se trata de una crítica sobre el sentido de la creación en tiempos de mentes constreñidas.