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Las esculturas públicas que trazan un mapa de sensaciones por el mundo
FOTOGALERÍA. La escultura, como la poesía, es un arma cargada de futuro. Y más cuando se saca de los museos, cuando su hábitat natural cambia los suelos encerados por las calles manchadas de rutina. Cuando su fuerza no se basa en la admiración erudita, sino que consigue cambiar el paso, volver la vista y conmocionar durante unos instantes. Y estas obras repartidas por todo el mundo consiguen despertar el corazón y el sistema límbico sin necesidad de más lenguaje que el del volumen.
León herido (Lucerna). Cuentan que Mark Twain, cuando descubrió esta escultura situada en un parque sin nombre en mitad de la ciudad, aseguró que era el trozo de piedra más triste del mundo. La imagen representa a un león, símbolo de los soldados de este cantón, malherido expirando sus últimos instantes. Una alegoría de Thorvaldsen que recuerda la traición de Luis XVI durante la Revolución Francesa en la que ‘vendió’ a estos mercenarios a la plebe enfurecida mientras el se escondía de su fatídico destino.