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Las esculturas públicas que trazan un mapa de sensaciones por el mundo
FOTOGALERÍA. La escultura, como la poesía, es un arma cargada de futuro. Y más cuando se saca de los museos, cuando su hábitat natural cambia los suelos encerados por las calles manchadas de rutina. Cuando su fuerza no se basa en la admiración erudita, sino que consigue cambiar el paso, volver la vista y conmocionar durante unos instantes. Y estas obras repartidas por todo el mundo consiguen despertar el corazón y el sistema límbico sin necesidad de más lenguaje que el del volumen.
Primera generación (Singapur). En los albores del milenio –qué expresión tan épica- el gobierno de este país decidió que era el momento de darle, también, importancia al pasado. Dejando a un lado la ciencia ficción, las moderneces, los skylines y los proyectos urbanísticos futuristas, la ciudad-estado propuso a una serie de artistas locales que le dieran color a las calles con escenas del pasado. Y Chong Fa Cheong aprovechó esta ocasión para crear este alegato a favor de la alegría y la niñez, recordando cuando los niños se lo pasaban bien saltando al agua del río Singapur entre risas, empujones y candidez. Un pasado, quizás, más remoto que lejano.